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Llevo un par de días con escenas de una película que no me quito de la cabeza. Son recuerdos de cine, de cuando las películas eran protagonizadas por rostros asequibles, emblemáticos y expresivos. Actores que representaban héroes vulnerables y villanos que por muy malos que fuesen poseían algo admirable.
La película en cuestión es "El tren de las 3:10 a Yuma", la de 1957, protagonizada por Van Heflin y Glenn Ford. He hecho un dibujito para ilustrar el blog –y para matar los deseos que tengo de volver a visionarla– en homenaje a ese tipo de películas y actores que todos hemos visto pero no hemos memorizado sus nombres. He de reconocer que me gusta el género western, y la escena de esta película que represento es la espera más angustiosa del cine que recuerdo: un Van Hefling superado por la situación no puede contener las lágrimas ante la incertidumbre de lo que va a pasar fuera. Está en la habitación de un motel custodiando a Glenn Ford que hace de villano. Fuera una banda de forajidos que esperan a que salga de la habitación para liberar a Glenn Ford... y nadie que le ayude. Van Hefling es un ganadero que ha pasado una racha desastrosa, sus reses están muriendo de sed, espera la estación de las lluvias; necesita dinero para alimentar a sus hijos, desea volver a ver a su esposa. Custodia a Glenn Ford por la recompensa y por defender unos valores que debe transmitir a sus hijos. Glenn Ford sabe que Heflin está pasando un momento vulnerable, pero le admira porque en cuanto a principios éticos es un tipo infranqueable, no puede corromperle ni sobornarle.
Tengo que retrotraerme (salvo algunas excepciones: clint Eastwood, Haneke...) a este tipo de películas para encontrar escenas consistentes en las que se comunica de forma no verbal: mediante las miradas, las metáforas visuales, la composición y la imagen...
Cuando veía esa escena intentaba transmitirle mentalmente "Ánimo, Van Heflin, aguanta un poco más!!" y me preguntaba si yo en su situación haría lo mismo.